viernes, 3 de mayo de 2013

Una mona por Colombia

Desde que tengo uso de razón, mi madre siempre nos ha dicho que nosotras somos monas. Nosotras, las integrantes femeninas de la familia Olleros Martos (que somos unas cuantas). Mi madre dice que somos monas porque las guapas, son guapas siempre. Y las monas... Las monas, pues, tenemos nuestros días. Algunos días sí y los otros... Pues los otros también, pero menos. O sea, monas, pero menos monas. No sé si me explico. Sino, me hacen el favor y se comunican con Sonsoles Martos. Con suerte, además de la explicación, les da una tapa de croquetas y me mandan unas cuantas al otro lado del charco.

El caso es que causalidades (o casualidades) de la vida, hace 7 meses llegué a Bogotá y aquí (o acá) también soy mona. Pero no soy mona porque tenga mis días, que también. Soy mona porque soy rubia. Así, como os lo cuento. Y es que, compartimos el habla hispana, pero nos diferenciamos en cienes de palabras y múltiples expresiones. Por ejemplo, en Colombia no se bebe, se toma. Y no se toma café solo, sino tinto. Que no es vino tinto, sino café, negro, sin leche. O sea, café solo. Aquí se dice acá. Y acá no se come, se almuerza. Y no se cena, sino que se come. Acá no sales de fiesta, sales a rumbear. Y no te bebes una cerveza, te tomas una pola. Una pola bien fría (eso sí, la temperatura de la cerveza o pola es universal). Cuando sales un fin de semana de viaje, no viajas, sino que paseas. Y diréis, ¡pues menudos paseos! Pues eso mismo dije yo, pero ahora, donde dije digo, digo diego y yo, cuando viajo, también digo que me voy de paseo.

Bogotá normalmente no está atascada, está atrancada. Y eso sí, me perdonen los bogotanos, pero ¡joder! Qué nivel de trancones. Los trancones, obviamente no son de coches, sino de carros. Y cuando llueve, se forman trancones humanos de sombrillas, no de paraguas (que también se dice paraguas, pero los vendedores ambulantes las venden al grito de "sombrillas, sombrillas, sombrillas" y yo, aplico al pie de la letra aquello de "allá dónde fueres, haz lo que vieres". Pues eso, acá dónde me vine, digo lo que escucho, que, básicamente, viene a ser lo mismo).

En Colombia no se trabaja, que también (¡y mucho!). Acá, además, se camella. Y cuando uno camella, es juicioso, que todavía no he entendido bien el significado, pero cuando le preguntas a alguien en horario laboral que cómo va, responde "bien, acá, juicioso, camellando". Y uno no camella con un ordenador, sino con un computador. Que se prende, no se enciende. Igual que prendes el televisor, en lugar de la televisión. O el celular en lugar del móvil.

En Bogotá no soy guapa. Y no porque sea mona, que también. Sino porque acá soy linda, liiiinda (con entonación cantadita). Acá las chicas son niñas o viejas y los chicos son niños o tipos o manes. Y ninguno de ellos está bueno. O a lo mejor sí, pero no en Colombia. Acá son churros. Y no de los churros con chocolate, que aquí no existen, sino churro de tío bueno. Igualmente, "qué vieja tan churra" vendría a significar "qué tía más buena".

Y diréis, ¡pero cuánto está aprendiendo nuestra rubia por aquellas tierras! Pues sí, pero recordad, acá no soy rubia, soy mona. Una mona por Colombia que está aprendiendo mucho, pero no solo de palabras o palabros, sino de muchas cosas más que quiero contaros y por las que empiezo esta nueva aventura bloggeril, que espero sea igual (¡o incluso más!) seguida que mi exitosa manera de hacer las cosas.